miércoles, 5 de julio de 2017

MI PRIMERA ACAMPADA: SESIÓN NOCTURNA EN BOLONIA

A pesar de que fue hace dos semanas, hoy vengo a contaros mi viaje a Bolonia (Cádiz), en la cual realicé mi primera acampada y mi primera sesión de fotografía nocturna. Poneros cómodos que tengo mucho que contaros y muchas fotos por enseñar.
¡Bienvenidos a mi blog!


Me levanté a las 7:30 de la mañana para poner rumbo a Cádiz a eso de las nueve horas. Llevaba como siempre mi Nikon d3100 para hacer todas las fotos que se me ocurrieran en la playa, ya que me avisaron de que había unos paisajes brutales. Además, desde dicha playa se podían ver las montañas de África así que mis ganas aumentaban por minutos. Cogí mi trípode, un par de bocatas, agua fresquita y al coche con dos amigos y un perro. El perro tiene un papel importante que más adelante comentaré.
El viaje fue ameno, a pesar de durar unas dos horas y media. Al llegar nos topamos con nuestro primer problema: el levante. Un viento increíble. El aire perfecto para arruinarnos el día. Deciros que iba a pasar solo una noche y volvernos al día siguiente por la mañana. El levante fue el enemigo del día, ya que no nos dejó disfrutar de las vistas de África. Un hombre de allí nos contó que llevaba días así, sin divisarse las montañas. Fue un palo, pero no nos frenó y nos fuimos a buscar fotos y explorar la playa. A partir de aquí dividiré el post en tres partes claves: Inicio de exploración, duna y noche-amanecer.

Nuestros primeros pasos nos llevaron a una caravana que yo pensé que podíamos sacarle partido. Era verde y tenía líneas horizontales. Sácamos unas fotos interesantes, donde intencifiqué  los verdes del vehículo. Luego encontramos un puesto de vigilantes de playa, muy amarilla con tablones de maderas desgarrados y antiguos. Daban un rollo muy guapo y también quería sacarle partido. Posteriormente, fuimos por la orilla paseando con la perra de mi amigo, llamada Dina, suelta corriendo en libertad. Sacamos fotos geniales y a pesar de no verse África, el paisaje de la playa era precioso con tantas montañas. El levante se apagó un poco y pudimos disfrutar de un bañito. El agua estaba genial, tan clara y azulada. Era preciosa. Y gracias a Dina que protegía todas nuestras cosas, no tuvimos que preocuparnos por dejar las cosas en la orilla. Luego nos fuimos a comer para reponer fuerzas para subir el protagonista de la segunda parte del blog: la duna. El enemigo caluroso interminable.

 

 

La duna de Bolonia era densa, con muchas mini dunas que nunca acababan. Y encima subíamos con las cámaras y todo. Sudamos lo más grande, pero la recompensa era clara. Unas vistas que enamoraban y me permitieron fotografíar escenas fantásticas. Una de las mejores fotos es esa que me sacaron justo en la subida de la duna con todas las montañas detrás. Sufrimos para subir, pero valió muchísimo la pena por ver un paisaje tan natural.

 

 

Tras la bajada, nos dimos otro baño y cayó el atardecer. En nada comenzaba nuestra acampada y hacía tanta calor que ibamos a dormir sin tiendas, solo con los sacos de dormir en medio de la playa. ¡Estaba muy acojonado! Pero tenía muchas ganas de dormir bajo las estrellas. Aquí comienza el tercer y último acto.

‌Cogimos las cosas que necesitábamos para dormir, entre ellas mi trípode para las largas exposiciones nocturnas. Una vez organizamos la zona, cenamos rápido y empezamos a practicar las fotografías. Al principio costó, pero mi objetivo era una foto en silueta con nosotros tres (mis dos amigos y yo) sobre una roca o algún lugar elevado, y las estrellas de fondo. Usé unos parámetros que fueron: un diafragma de 11, un ISO 100 y una velocidad de 30 segundos. La tensión vino cuando, tras varios intentos, en la foto que salió bien, apareció una luz de fondo de dos segundos tras nosotros. Nos quedamos petrificados, no sabíamos de donde venía y hasta día de hoy no sabemos que fue aquello. Fue el momento de más miedo de la noche. Tras aquello todo salió bien, conseguimos nuestra foto y dormimos mirando las estrellas. Era todo impresionante. Era mi primera noche a la interperie y fue inolvidable.



Me levanté a las siete de la mañana, y no, no puse la alarma. No hizo ni falta la verdad. Me desperté de la incomodidad del suelo, a pesar de ser arena. No dormí muy bien. Pero pude ver un amanecer precioso. Estuvimos captando todos los momentos desde que empezó a asomar el sol hasta la hora de irnos. Hicimos fotos de una barquita antigua y rota, luego encima de una duna que parecía que estábamos en un desierto e incluso hice uno de mis montajes clásicos. El cielo estaba muy despejado y podíamos ver las montañas de África. Entonces se me ocurrió hacer dos fotos donde, montándolas en photoshop, pudiera verse una montaña a través de mis manos. Quedó tal y como tenía pensado. Fue la forma perfecta de terminar un gran viaje y... ¡sobreviví a mi primera acampada!

 

 

 

Espero que os haya gustado este post tan... mío. Pronto haré otro gran viaje y si os ha gustado la forma de contaros todo junto a mis reportajes de fotografía... ¡siempre  sois bienvenidos a comentar!

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1 comentario:

  1. ¡Me a ecantado! Tu argumento,tus fotos,todo tu post :) Se te da muy bien ^^
    Yo aun no e estado en Bolonia pero en tus fotos enamora *-*

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